martes, 29 de marzo de 2016

2.11 ESTOICISMO

La escuela estoica fue fundada por Zenón de Citio. Nació en ese lugar en la isla de Chipre en 332 a. C. y murió en 262. Fundó su escuela en una galería (en griego Stoa Poikile) y por ello se conoció con el nombre de "estoica".
Su doctrina llegó a ser tan importante que los atenienses le concedieron honores extraordinarios.
Además de seguir a los cínicos. Grates y Estilpón, el fundador del estoicismo, escuchó las lecciones de Jenócrates en la Academia, y las de Polemón. También estudió dialéctica con el megárico Diodoro Cronos, leyó a Platón y Heráclito, y se informó de las teorías médicas y astronómicas de la época. Los estoicos llegan a desarrollar un sistema filosófico. Dividen la filosofía en tres grandes partes: Lógica, Física y Ética.
En su teoría del conocimiento son empiristas. Consideran que todo conocimiento tiene su origen en las sensaciones mismas que son la fuente de todo proceso cognoscitivo. La mente humana está dispuesta para recibir las noticias que transmiten los sentidos.
En su concepción del mundo son materialistas. Consideran que el mundo es materia animada por una fuerza inmanente que es algo así como Dios. Dicha fuerza es un principio rector del universo ya que crea y determina los modos de ser de las cosas concretas y singulares.
El universo exhibe un orden racional y perfecto. Todo está determinado y acontece por necesidad. El hombre, a diferencia del animal, es poseedor de razón y ocupa un lugar privilegiado en el devenir de la naturaleza porque tiene la capacidad de someterse a sus designios y así obrar rectamente.
Al igual que las demás corrientes helenísticas (epicureismo, escepticismo y cinismo) el estoicismo propone un ideal del sabio y de la vida buena.
Según la ética estoica, es preciso vivir conforme a la naturaleza lo cual equivale a vivir conforme a la razón. Como Sócrates, llegan a identificar la virtud con el saber desembocando a un intelectualismo. La virtud, la conducta recta consiste en ajustarse a la ley natural como expresión del curso cósmico y en última instancia de la ley divina.
La más alta sabiduría consiste en mantener una completa armonía con la naturaleza o razón, sin embargo muchas veces las pasiones impiden lograr esto, por ello el sabio tiene que liberarse de ellas, ser indiferente a los placeres, los honores, la riqueza y toda suerte de vanidades para llegar a un estado de imperturbabilidad (apátheia) que permita un espíritu libre, independiente y autárquico (independiente de las cosas externas o pasiones).
Para el sabio estoico es valioso aquello que contribuye a la armonía de la vida como el ingenio, el arte, el progreso, la salud, el bienestar, etc. Son cosas rechazables las que representan algo contrario: muerte, enfermedad, debilidad, fealdad, etcétera.
El sabio debe controlar las pasiones y ser indiferente a los dolores y miserias del mundo. Estas no le afectan. Su espíritu es como una roca firme en medio de un mar agitado. El fin supremo del hombre en la paz interior (ataraxia).
Asimismo el sabio que propone el estoicismo acepta que la providencia divina todo lo rija ya que no se puede luchar contra el destino. La resignación frente al Destino se convierte en alegría. El sabio es alegre sabiendo que forma parte de un orden universal.

Finalmente, el estoico aceptará el suicidio cuando las adversidades no le compensen la vida, que por otra parte, sólo es un bien preferible entre otros. El estoicismo cobró una gran significación en el mundo antiguo. Se difundió hasta los primeros siglos del cristianismo y entre los romanos tuvo una gran acogida. Entre sus cultivadores destacan: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.

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