martes, 29 de marzo de 2016

2.7 EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO DE PLATÓN COMO EXPLICACIÓN PRIVILEGIADA DE LA CULTURA OCCIDENTAL



        Con Platón (427-348 a. C.) se define y con Aristóteles (384-322 a. C.) su gran discípulo, alcanza su culminación un nuevo periodo del filosofar griego llamado sistemático, donde la inquietud por el hombre y sus problemas se ubica dentro de una visión global de la naturaleza y el cosmos que había sido el tema principal de los filósofos presocráticos.
Platón, cuyo verdadero nombre era Arístocles ("Platón", era un apodo que significa "el de anchas espaldas"), procedía de una familia aristocrática vinculada a la política. Tuvo una esmerada educación. Desde su juventud dio muestras de una vocación poética así como para la vida política. Sin embargo, su contacto con la filosofía de Sócrates a quien consideraba el más sabio de los hombres lo orientó al cultivo de la filosofía.
Hacia 387 (a. C.) el mejor discípulo de Sócrates, después de realizar algunos viajes a Sicilia y a Egipto, funda una escuela llamada La academia en cuyas puertas estaba escrito: "No entre nadie que no sepa geometría", con lo cual expresaba un espíritu racionalista, amante del orden y de la armonía que tanto cautivó al pensamiento de los griegos.
La Academia tuvo una gran trayectoria histórica, perduró hasta el año de 529 d. C. cuando el emperador Justiniano la mandó cerrar por considerarla incompatible con sus ideas cristianas.
Platón escribió en forma de diálogos donde encontramos diversos personajes, reales y ficticios, que dialogan, que discuten sobre temas filosóficos. Los estudiosos de Platón se han preguntado: ¿por qué este filósofo escogió diálogo como forma de expresión? Sin duda alguna su propósito fue el mantener viva la memoria de su maestro Sócrates y la manera como éste filosofaba en la plaza pública de Atenas.
Los diálogos platónicos se han clasificado de la siguiente manera:
Diálogos de la juventud                                                                   
·         Apología Defensa de Sócrates, en su proceso.
·         El Critón Critón, amigo de Sócrates le propone fugarse de la cárcel. Sócrates se pregunta si la fuga es justa o injusta de acuerdo con las leyes del Estado.
·         Eutifrón Trata de la naturaleza de la piedad.
·         Laques Investiga qué es la valentía. Lisis Aborda el tema de la amistad.
Diálogos de la madurez
·         Fedro Habla del amor y la belleza.             
·         Fedón Se ocupa de la inmortalidad del alma.
·         El Banquete Trata de la naturaleza del amor o eros como fuerza motora que nos impulsa al mundo de las ideas.
·         La República Trata de armonizar la vida humana dentro del Estado perfecto.
Diálogos de la vejez
·         Las Leyes Retoma el tema del Estado en una dimensión menos utópica y centrándose en su legislación.
·         El Sofista Nueva consideración de la Teoría de las ideas.
·         Parménides Defensa de su "teoría de las ideas" contra sus críticas.
Un aspecto central del pensamiento de Platón es su famosa teoría de las ideas donde encontramos, desde una perspectiva metafísica, un dualismo antropológico y cosmológico que habrá de tener significativas repercusiones en la cultura occidental.
Platón se enfrenta a dos posturas antagónicas que se habían desarrollado en la etapa presocrática misma que intenta reconciliar: por un lado Parménides con su teoría del Ser eterno, inmóvil e increado, y por el otro Heráclito con su idea del ser cambiante en continua movilidad.
Según nuestro filósofo la realidad se encuentra escindida, separada en dos mundos: el mundo de las ideas, mundo metafísico donde se aloja la verdad, formado por las ideas eternas, increadas, intangibles, invisibles, imperecederas e inmutables que no son sino entes metafísicos que constituyen el verdadero ser de las cosas.
Este mundo ideal y perfecto que Platón ubica en un supramundo a topos urano (región celeste) representa la auténtica realidad hacia la cual el filósofo debe elevar su pensamiento. A este mundo real, objetivo, perfecto captado por la razón, opone Platón otro mundo, el mundo de las apariencias: mundo imperfecto, sensible, cambiante, efímero y nada seguro, el cual — a diferencia del mundo ideal — es captado o conocido por medio de los sentidos.
A pesar de que estos dos mundos son opuestos ya que uno es eminentemente racional y el otro sensible, hay una relación entre ellos; las ideas que moran en el topos urano, en ese mundo celeste, son como formas, como modelos o arquetipos de todas las cosas que vemos, que sentimos y tocamos aquí en la Tierra, en este mundo concreto. Cada idea es un modelo o paradigma de las cosas que observamos, pero sin que estas cosas jamás alcancen la suprema perfección de las ideas o de sus respectivos modelos.
Según Platón un paisaje que observamos y que captamos por nuestros sentidos, no es más que una réplica o copia de un lugar ideal que existe en el reino de las Ideas.
Las cosas que aquí vemos, en este mundo imperfecto y transitorio, de fenómenos que aparecen y desparecen, no son más copias o efímeras sombras de una realidad superior y perfectísima que configura el mundo de las ideas. Por decir algo: tenemos la idea de blancura absoluta y perfecta, sin embargo los objetos blancos que aquí vemos, en este mundo temporal y fenoménico, por ejemplo unas hojas blancas, jamás reflejarán la blancura en sí misma, pues nos damos cuenta que son más o menos blancas, regularmente blancas o bien tienen presentar diversas tonalidades de blancura; unas son medio azuladas, otras medio amarillentas porque el tiempo las ha deteriorado, en cambio otras son más blancas en comparación con aquéllas, y a todas las llamamos o las identificamos como "hojas blancas"; no obstante, ninguna de ellas llega a ser lo blanco en sí, lo blanco perfecto. Son "blancas" en la medida en que participan de la idea de blanco en sí.

La teoría platónica de que estamos viviendo en un mundo imperfecto en una realidad o cuasi-realidad aparente e ilusoria, y que la auténtica realidad se encuentra en un mundo perfecto llamado Mundo de las Ideas, que trasciende el mundo empírico, ha hecho pensar en Platón como un filósofo idealista decepcionado y divorciado de su realidad, un filósofo que rechaza y reacciona contra una sociedad imperfecta, corrupta e injusta, lo cual —como veremos— lo llevará a proyectar una sociedad ideal, una república perfecta donde finalmente impere la justicia y la armonía.

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