2.9 LAS POSTURAS ANTROPOLÓGICAS SOFISTAS DE PROTÁGORAS, GORGIAS Y CALIÓLES
En el periodo
antropológico de la filosofía griega, que transcurre en el siglo v a. C. surge,
además de la filosofía de Sócrates, una corriente de pensamiento conocido como
la sofistica. Se trata de una época de esplendor: es el siglo de oro de Perícles,
del Iluminismo griego en el que se desarrolla la democracia como forma de
gobierno y de vida social. Florecen las artes, la escultura, la arquitectura,
la tragedia y la poesía.
La actividad
científica experimenta profundas mudanzas. "La medicina y otras
actividades que habían sido un mero arte, van acogiendo poco a poco teorías y
doctrinas, intensificándose así las naturales relaciones entre ciencia y
técnica".
Como vimos,
este período de la filosofía griega se conoce como antropológico porque en él
prevalece, como objeto de reflexión, el tema del hombre. "El tópico
central de la época sofista siempre fue el mismo: el hombre o el ser humano
individual y la raza humana"
"Todo en
el siglo v conduce a interesarse principalmente por el hombre. La escultura
clásica idealiza la figura humana en una sabia mezcla de medida, idea e
imitación de los seres naturales; la medicina y la fisiología del cuerpo humano
y, con sentido humanista, quiere prevenir más bien que curar las enfermedades.
En ninguna obra es tan clara la importancia que se da al hombre como en las
tragedias de Sófocles y de Eurípides. En la Antígona de Sófocles, aparece radiante
en su dignidad, la figura humana:
·
Numerosas son las maravillas del mundo, pero la
más grande de las maravillas es el hombre...
·
Es el ser de los mil recursos.
·
Jamás el porvenir lo toma por sorpresa.
·
Conoce el arte de escapar a los males
incurables.
·
Sólo el país de los muertos puede detener su
carrera.
En la
sofística —como su nombre lo indica— son los llamados "sofistas" los
que desempeñan un papel importante. En esa agitada época de la democracia
ateniense se imponía que los ciudadanos adquirieran la habilidad de argumentar,
de hacer valer sus votos y derechos. Los sofistas fueron los maestros que
proporcionaban esta habilidad, que enseñaban la técnica de hablar y convencer a
los auditorios más variados.
Originalmente
la palabra sofista, del griego shopós, significó "sabio". Esta
expresión era usada para referirse a cualquiera que poseyera un conocimiento
excepcional. Hacia fines del siglo v a. C. fue aplicada no sólo a los
profesores de retórica, sino a cosmólogos, astrónomos, matemáticos, etc. Sin
embargo, más tarde adquirió un sentido peyorativo. Platón y Aristóteles,
principales oponentes y críticos de los sofistas se refirieron a éstos como
pensadores espurios, que aparentan tener una habilidad filosófica. Así la
imagen de los sofistas se tornó en negativa, aludía a falsarios de la verdad, a
charlatanes que cobraban altos honorarios por sus enseñanzas, mismas que
encerraban un "saber aparente". Y es que, como veremos, los sofistas
desarrollaron un pensamiento escéptico y relativista que impedía alcanzar una
verdad universal y objetiva.
Por otra
parte, los sofistas eran profesores que recoman las grandes ciudades del mundo
antiguo, enseñando a los jóvenes, a cambio de elevadas retribuciones
económicas, las ciencias y las artes, particularmente la retórica y la
dialéctica o arte de discutir. Entre sus características más sobresalientes
figuran el escepticismo y relativismo que mostraban sus doctrinas, su
orientación humanista o antropológica ya que en su época "hubo un
prevaleciente espíritu de optimismo acerca de la raza humana y su capacidad para
la sabiduría".
A esto habría
que añadir el carácter pragmático que permeaba su pensamiento, toda vez que
concebían al saber humano como un arte, como una habilidad que permitía
influir, de alguna manera, en la sociedad. Así "la educación ofrecida por
los sofistas más viejos fue, por lo tanto, estrictamente como la educación
clásica tradicional de las escuelas públicas inglesas. Ambas fueron concebidas
como un entrenamiento para la vida, no para la ciencia o la erudición; ambas
incorporaron una pretensión humanística y antidogmática; ambas fueron dirigidas
principalmente a hombres jóvenes, que probablemente llegarían a ocupar
posiciones de influencia en la vida pública".
Muchos son los
sofistas que actuaron y pensaron en el mundo antiguo; nos referiremos a manera
de ejemplos, a tres grandes figuras representativas de la sofística:
Protágoras, Gorgias y Calicles.
Protágoras de Addera. Fue el más
destacado de los sofistas. Nació hacia 480 en la ciudad de Addera. No fue un
pensador sistemático y tuvo una teoría fragmentaria del conocimiento. Su teoría
principal y más conocida es el relativismo y subjetivismo que entraña su
pensamiento. En su tratado sobre La Verdad llega a sostener que:
"El
hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las
que no son en cuanto no son".
De este
aforismo se desprende una teoría del conocimiento relativista que nos remite al
pensamiento de Heráclito: todo está en movimiento, todo cambia, es imposible
captar una verdad fija sobre las cosas. No existe una verdad absoluta ya que
ésta cambia, cambia el mundo y nosotros también. "Protágoras piensa que el
mundo está hecho a la medida de quien lo contempla y quien contempla al mundo
al mismo tiempo lo está inventando" (subjetivismo).
Si el hombre
es la medida de todas las cosas, ello significa que hay tantas verdades u
opiniones como sujetos hay en el mundo. No hay, pues una verdad universal como
pretende la ciencia sino tan solo una multiplicidad de "verdades" de
acuerdo con lo que perciben los individuos. En efecto, la percepción, el
conocimiento que emana de la sensación es el que, al final de cuentas,
privilegia el sofista Protágoras. Este concepto relativista de la verdad
concuerda con el refrán que dice: "nada es verdad ni mentira, todo es
según el color del cristal con que se mira".
El
conocimiento, para Protágoras, deriva de la sensación y como las sensaciones,
en cada individuo, son distintas, cada quien elaborará su verdad, su manera de
ver las cosas, de manera diferente. Así Juan, por ejemplo, disfruta una
rebanada de pina por su sabor agradable y fresco, mientras que María la rechaza
porque la encuentra "acida" y molesta su paladar.
A pesar de
este relativismo que ostenta el pensamiento de Protágoras, se advierte en él un
optimismo humanístico al concederle al hombre un sitio tan importante como
medida o centro del conocimiento (antropocentrismo).
Cabe señalar
que la teoría relativista de Protágoras encontró en Demócrito un crítico agudo
pues decía: "si la tesis de Protágoras es que todas las proposiciones son
sólo relativamente verdaderas o falsas, entonces la tesis debe ser aplicada a
sí misma, y por lo tanto, hay una contradicción en suponer que verdadera.
Además del
Tratado de la Verdad donde pudimos observar los principales rasgos del
pensamiento de Protágoras relativismo, subjetivismo, escepticismo, el notable
sofista escribió un ensayo "sobre los dioses" donde se hace patente
su postura escéptica:
"Concerniente
a los dioses —nos dice yo no tengo medios de saber ni si ellos existen o si no
existen, ni qué clase de forma pueden tener; hay muchas razones por las cuales
el conocimiento sobre este asunto no es posible, debido a la ausencia de evidencia
y a la brevedad de la vida humana."
Sin duda esta
postura escéptica y atea le acarreó a Protágoras serios problemas en su tiempo,
ya que "ganó la distinción de haber sido el primer hombre cuyos escritos
fueron quemados por la autoridad pública". "Sus escritos expresaron,
memorablemente y con estilo, un espíritu de irreverente relajamiento ante cualquier
clase de saber recibido".
Gorgias de
Leontine (483-375 a. C). Nació en Leontine, Siracusa. Fue maestro de retórica y
ejerció la diplomacia. Su pensamiento revela una marcada influencia de
Parménides en lo que toca a su dialéctica, a su manera de argumentar y
persuadir. En su tratado del no-ser pone las bases de una doctrina nihilista a
través del siguiente argumento:
• El ser no
existe.
• En caso de
que existiera no podría conocerse.
• Admitiendo
que se conociera, no sería posible comunicarlo.
Cuando Gorgias
dice que "el ser no existe" está pensando en el ser absoluto e
inmutable que concibió Parménides, el cual es inaccesible. Si solamente existe
el ser que nos entregan las sensaciones, éstas son engañosas, no son
auténticamente reales pues "muchas cosas pensadas no son realidades:
podemos concebir una carroza corriendo en el mar, o un hombre dotado de alas y
volando". De este modo no podemos confiar en las sensaciones, por lo tanto
no es posible tener un conocimiento genuino de éstas.
Pero suponiendo
que la sensación misma podría proporcionarnos alguno conocimiento, este
conocimiento no podríamos transmitirlo
por la naturaleza engañosa, inconexa y subjetiva que caracteriza a las
sensaciones. Debemos tener en cuenta que "no es el lenguaje el que
comunica cosas perceptibles, sino las cosas perceptibles las que crean el
lenguaje".
Gorgias acaba
por concebir la imagen de un ser humano encerrado en su conciencia, en lo que
los filósofos llaman un "solipsismo", un ser incomunicado y atrapado
en sus propias percepciones y vivencias.
Desembocando
en el escepticismo, que hemos visto es típico de los sofistas, Gorgias
considera que no hay conocimientos universalmente válidos. Mediante hábiles
discursos podemos persuadir a las gentes de que algo es falso o verdadero según
nos convenga.
Un ejemplo de
discurso, en este sentido, es el que Gorgias escribe con el título de Elogio o
Encomio a Helena donde trata de demostrar que el lenguaje, utilizado con
maestría, posee un poder mágico a la manera de una droga o un arte de
encantamiento. En este discurso Gorgias analiza el caso de la infidelidad de
Helena hecho que desencadenó la famosa Guerra de Troya.
Imaginando que
desarrolla una arenga defensiva, el célebre sofista trata de demostrar que
Helena no es culpable de haber incurrido en la infidelidad, argumentando que
fue raptada contra su voluntad pero no utilizando la violencia sino a través
del poder de las palabras expresadas por su seductor. El lenguaje, hábilmente
manejado, produce diversas reacciones en los oyentes: llanto, alegría,
culpabilidad, vergüenza, atracción, etc. Por lo tanto, la lengua puede ser
utilizada para manipular la mente y seducir a las personas, tal como le sucedió
a Helena de Troya al doblegarse ante el hechizo de las palabras.
CALICLES. Es un sofista legendario, se
duda de que haya existido. Con todo, es un personaje que aparece en uno de los
más interesantes diálogos de Platón: Gorgias o de la retórica donde se discute
el tema de la justicia. En este diálogo Platón nos presenta las teorías
sociales y políticas que sustentaban los sofistas a través de la controvertida
figura de Calicles. Estas teorías que forman una unidad son las siguientes:
a) Teoría de las dos órdenes. Consiste en
sostener que al lado del derecho escrito que se traduce en leyes y principios
creados por las instituciones sociales, hay otro orden derivado de la
naturaleza que no es creado por el hombre y que, por lo tanto, se opone al
orden social.
b) Teoría del derecho del más fuerte. Según esta
teoría, defendida también por Calicles, el orden legal, mera invención de los
seres humanos, es un orden ficticio. En cambio el orden natural que revela la
hermosa plenitud de la vida representa lo genuino y verdadero. En este orden
auténtico, que no es adulterado ni artificial, se observa que los fuertes
dominan y se imponen siempre a los débiles. Al tratar de definir la justicia
Calicles argumenta que si la realidad ha creado diferencias entre los
individuos, haciendo a unos superiores e inferiores a otros, la verdadera
justicia consistirá en sancionar la imposición del fuerte sobre el débil, y no
tratarlos de la misma manera. El fuerte puede dominar —por derecho natural— al
débil y por lo tanto hay que admitir que tiene el derecho de dominarlo. Lo que
pasa entre los hombres, ocurre también entre los animales: el pez grande se
come al chico, y al comérselo cumple con una ley natural. De la misma manera,
cuando los pueblos poderosos conquistan a los más pequeños no están más que
obedeciendo a los designios de la naturaleza.
LAS DIVERSAS CORRIENTES HELENÍSTICAS COMO REFERENCIA PARA COMPRENDER
LAS IDEOLOGÍAS ACTUALES
Después de la
muerte de Aristóteles ocurrida en 322 a. C. surge una nueva época para la
filosofía antigua, la cual ha sido vista como un periodo de crisis o de
decadencia. Este periodo es el helenismo o de la filosofía helenística. La
Polis griega llega prácticamente a su ocaso. "Grecia, denominada por
Macedonia, irá de crisis en crisis hasta que en el año de 148 a. C. Macedonia
se vuelva provincia romana el resto de Grecia se anexe a esta provincia".
En el aspecto
político destacan las conquistas de Alejandro Magno, que pusieron al
pensamiento griego en contacto con el mundo oriental dando lugar a una síntesis
cultural, y el auge y consolidación del imperio romano. Sin embargo, el
espíritu griego funge como elemento civilizador y se extiende
considerablemente. Los términos helenismo y helenístico son derivados del verbo
hellenízein que significa "hablar griego" o "actuar como
griego".
A través de su
lengua los griegos dominan el panorama cultural de la época transmitiendo su
arte, su religión, su literatura y su filosofía que conlleva un atractivo modo
de comprender el mundo. Al expandirse la cultura hacia diversas ciudades como
Alejandría, Pérgamo, Cirene, Siracusa, etc. surge un cosmopolitismo: el hombre
se siente ciudadano del mundo y no de una polis en particular. Y junto a este
cosmopolitismo se desarrolla un individualismo. Los hombres ya no se sentían
subordinados a la Polis. La ciudad había perdido su carácter autosuficiente.
"Los
ciudadanos advertían que ya no estaban en sus manos el destino de la polis ni
su libertad, sino que quedaban al arbitrio de un poder superior, el del
Caudillo en turno o el del Monarca, y, acaso, por encima de ambos, de un poder
superior, azaroso y fortuito que se representaron en la figura de la tyche o
fortuna, una divinidad imprevisible que sustituía a los antiguos dioses
patrones de la localidad.
Dentro de este
panorama crítico la filosofía se convierte en un camino de salvación. Ya no
interesa tanto especular sobre la naturaleza del mundo sino postular una forma
de vida que asegure la felicidad y la serenidad de ánimo.
Aparejada a
esa idea de filosofía figura una nueva imagen del sabio, el cual se manifiesta
no ya como el incansable investigador de la verdad, sino como aquel que propone
una mejor forma de vida que lo conduzca a la virtud y a la propia felicidad.
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