2.12 ESCEPTICISMO
Tanto el
epicureismo como el estoicismo establecían opiniones fijas sobre la vida
virtuosa o el ideal del sabio y en este sentido eran filosofías dogmáticas.
Frente a ellas surge una doctrina radical que pone en tela de juicio la
obtención de la verdad: el escepticismo.
El
escepticismo (de la palabra griega: skepsis, duda) no fue propiamente una
escuela sino una corriente a la que libremente se adhirieron algunos
pensadores. Uno de los más antiguos fue Pirrón de Elis (365-275) quien
consideraba que el máximo bien del hombre es buscar la felicidad que se lograba
asumiendo la indiferencia o ataraxia. El ideal del sabio consiste en abstenerse
de juzgar, en suspender su juicio (epojé), pues sólo entonces puede éste lograr
la imperturbabilidad, la tranquilidad del alma y por lo tanto la perfecta
felicidad. Toda opinión tiene su contraria y esto nos impide conocer la verdad.
Sólo podemos conocer las apariencias y no las cosas como en realidad son. No es
posible alcanzar una certeza absoluta sobre las cosas, la duda nos persigue
continuamente. Lo mejor es no afirmar nada como cierto, sino abstenerse de
formular juicios, esta es la única manera de llegar a la quietud de ánimo,
evitando pronunciar cosas discutibles que nos llenen de zozobra.
Otro de los
filósofos escépticos, de nombre Enesidemo de Cnosos que enseño en Alejandria hacia el primer siglo a. C. formuló una serie
de argumentos tratando de demostrar la imposibilidad de un conocimiento cierto
ya que siempre se presenta la duda: las percepciones varían entre los hombres y
los animales. Por ejemplo no ven su entorno de la misma manera un elefante que
una hormiga; los individuos van cambiando sus percepciones y opiniones durante
las diversas situaciones y épocas de su vida; las percepciones cambian por
circunstancias pasajeras, el clima, los estados del tiempo, etc.; en fin, por
ningún recurso los hombres pueden conocer las cosas en su estricta pureza, no
disponen de medios para distinguir lo verdadero de lo falso, frente a una
muchedumbre de impresiones plenas de contradicciones y de confusas
apreciaciones.
Entre los
escépticos también figura Sexto Empírico (250-200 a. C.) quien escribió dos
importantes libros: Bosquejos pirrónicos y Contra los matemáticos. En contra de
un saber puramente teórico, dogmático y metafisico desarrolla un conocimiento
basado en la experiencia. En Alejandría fundó una escuela de medicina empírica
que enseñaba que el estudio de las enfermedades debía ser hecho por medio de la
experiencia y la observación, tal enseñanza no era definitiva pues siempre
estaría sometida al ensayo y al error.
Cinismo. Una
de las corrientes más controvertidas de la época helenística fue, sin duda, la
escuela cínica. Fue fundada por Antístenes quien nació en Atenas hacia el año
450 a. C. y murió hacia 365. Fue discípulo del sofista Gorgias, y es posible
que tratara a otros como Hipias y Pródico. Además fue ferviente adepto de
Sócrates, al que sobrevivió largamente. Considera que el objetivo final de la
existencia es vivir de acuerdo con la virtud y sólo de eso depende la
felicidad. La virtud puede enseñarse, y una vez aprendida no se olvida: el
sabio es el hombre virtuoso y feliz. Discute si el placer sea la fuente de la
virtud. El sabio no debe rendirse a los placeres, todas las pasiones y deseos
deben ser controlados por el filósofo. La virtud se logra mediante un continuo
esfuerzo y se consigue dominando las pasiones, las necesidades, el hambre, la
sed, el frío, la pobreza, la humillación y el destierro.
Los cínicos
mantienen una oposición entre naturaleza y cultura o civilización. La
civilización es lo convencional y artificial mientras que la naturaleza es lo
auténtico y primigenio. El sabio desprecia la "civilización" con
todas sus argucias y falsedades y solo reconoce el valor de la naturaleza.
"Defiende la existencia de un dios único y no semejante a los tradicionales,
ya que, por convención existen muchos dioses pero por naturaleza uno solo.
Rechaza las instituciones sociales: el Estado, la religión, la familia, y
también la educación y la cultura, al menos en sentido retórico".
Uno de los más
controvertidos, pintorescos y extravagantes personajes del cinismo es Diógenes
de Sinope que se supone nació hacia el 400 de esa ciudad y murió en Corinto
hacia el 322 a. C.
"En
Diógenes encontramos exacerbados los trazos característicos del cínico: no
tiene patria ni casa, habita en una tinaja cerca del agora, viste el escueto y
raído tribón, y, al ver a un niño beber de una fuente con las manos ahuecadas,
arroja su única propiedad: una escudilla de madera. Es de una desvergüenza
absoluta, y muestra en su manera de vivir su desdén por todos los lujos
inútiles de la civilización y por los llamados deberes de la comunidad. Retorna
a la vida natural tomando como ejemplo a los animales. No admite la propiedad
ni la familia, y encuentra en esa austera independencia y en esa libertad total
de palabra y de actitud el camino hacia la dicha. Sólo admitía un orden justo,
el de la naturaleza en el universo, y se proclamaba a sí mismo cosmopolita, es
decir, ciudadano del universo."
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