martes, 29 de marzo de 2016

2.12 ESCEPTICISMO




Tanto el epicureismo como el estoicismo establecían opiniones fijas sobre la vida virtuosa o el ideal del sabio y en este sentido eran filosofías dogmáticas. Frente a ellas surge una doctrina radical que pone en tela de juicio la obtención de la verdad: el escepticismo.
El escepticismo (de la palabra griega: skepsis, duda) no fue propiamente una escuela sino una corriente a la que libremente se adhirieron algunos pensadores. Uno de los más antiguos fue Pirrón de Elis (365-275) quien consideraba que el máximo bien del hombre es buscar la felicidad que se lograba asumiendo la indiferencia o ataraxia. El ideal del sabio consiste en abstenerse de juzgar, en suspender su juicio (epojé), pues sólo entonces puede éste lograr la imperturbabilidad, la tranquilidad del alma y por lo tanto la perfecta felicidad. Toda opinión tiene su contraria y esto nos impide conocer la verdad. Sólo podemos conocer las apariencias y no las cosas como en realidad son. No es posible alcanzar una certeza absoluta sobre las cosas, la duda nos persigue continuamente. Lo mejor es no afirmar nada como cierto, sino abstenerse de formular juicios, esta es la única manera de llegar a la quietud de ánimo, evitando pronunciar cosas discutibles que nos llenen de zozobra.
Otro de los filósofos escépticos, de nombre Enesidemo de Cnosos que enseño en Alejandria  hacia el primer siglo a. C. formuló una serie de argumentos tratando de demostrar la imposibilidad de un conocimiento cierto ya que siempre se presenta la duda: las percepciones varían entre los hombres y los animales. Por ejemplo no ven su entorno de la misma manera un elefante que una hormiga; los individuos van cambiando sus percepciones y opiniones durante las diversas situaciones y épocas de su vida; las percepciones cambian por circunstancias pasajeras, el clima, los estados del tiempo, etc.; en fin, por ningún recurso los hombres pueden conocer las cosas en su estricta pureza, no disponen de medios para distinguir lo verdadero de lo falso, frente a una muchedumbre de impresiones plenas de contradicciones y de confusas apreciaciones.
Entre los escépticos también figura Sexto Empírico (250-200 a. C.) quien escribió dos importantes libros: Bosquejos pirrónicos y Contra los matemáticos. En contra de un saber puramente teórico, dogmático y metafisico desarrolla un conocimiento basado en la experiencia. En Alejandría fundó una escuela de medicina empírica que enseñaba que el estudio de las enfermedades debía ser hecho por medio de la experiencia y la observación, tal enseñanza no era definitiva pues siempre estaría sometida al ensayo y al error.
Cinismo. Una de las corrientes más controvertidas de la época helenística fue, sin duda, la escuela cínica. Fue fundada por Antístenes quien nació en Atenas hacia el año 450 a. C. y murió hacia 365. Fue discípulo del sofista Gorgias, y es posible que tratara a otros como Hipias y Pródico. Además fue ferviente adepto de Sócrates, al que sobrevivió largamente. Considera que el objetivo final de la existencia es vivir de acuerdo con la virtud y sólo de eso depende la felicidad. La virtud puede enseñarse, y una vez aprendida no se olvida: el sabio es el hombre virtuoso y feliz. Discute si el placer sea la fuente de la virtud. El sabio no debe rendirse a los placeres, todas las pasiones y deseos deben ser controlados por el filósofo. La virtud se logra mediante un continuo esfuerzo y se consigue dominando las pasiones, las necesidades, el hambre, la sed, el frío, la pobreza, la humillación y el destierro.
Los cínicos mantienen una oposición entre naturaleza y cultura o civilización. La civilización es lo convencional y artificial mientras que la naturaleza es lo auténtico y primigenio. El sabio desprecia la "civilización" con todas sus argucias y falsedades y solo reconoce el valor de la naturaleza. "Defiende la existencia de un dios único y no semejante a los tradicionales, ya que, por convención existen muchos dioses pero por naturaleza uno solo. Rechaza las instituciones sociales: el Estado, la religión, la familia, y también la educación y la cultura, al menos en sentido retórico".
Uno de los más controvertidos, pintorescos y extravagantes personajes del cinismo es Diógenes de Sinope que se supone nació hacia el 400 de esa ciudad y murió en Corinto hacia el 322 a. C.

"En Diógenes encontramos exacerbados los trazos característicos del cínico: no tiene patria ni casa, habita en una tinaja cerca del agora, viste el escueto y raído tribón, y, al ver a un niño beber de una fuente con las manos ahuecadas, arroja su única propiedad: una escudilla de madera. Es de una desvergüenza absoluta, y muestra en su manera de vivir su desdén por todos los lujos inútiles de la civilización y por los llamados deberes de la comunidad. Retorna a la vida natural tomando como ejemplo a los animales. No admite la propiedad ni la familia, y encuentra en esa austera independencia y en esa libertad total de palabra y de actitud el camino hacia la dicha. Sólo admitía un orden justo, el de la naturaleza en el universo, y se proclamaba a sí mismo cosmopolita, es decir, ciudadano del universo."

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