martes, 29 de marzo de 2016

2.3 EL PENSAMIENTO DE PARMENIDES COMO MEDIO PARA LLEGAR A LA VERDAD Y A LA RAZON



Otro controvertido filósofo de la época presocrática fue Parménides de Elea (530-444 a. C.). Se ha visto en este filósofo una postura opuesta a la de Heráclito, mientras éste —como ya vimos— sostenía que todo fluye, Parménides argumentaba que racionalmente el cambio es imposible.
En un célebre Poema que comprende tres partes Parménides presentó sus ideas sobre la naturaleza:    
a) La primera parte es un proemio o introducción, en el que el poeta-filósofo describe un viaje hacia la morada donde se encuentra la diosa de la Verdad. Cuenta que unas inteligentes yeguas lo conducen por el camino de la sabiduría, por aquel camino que sólo le es permitido transitar a los que tienen afán de sabiduría, a los que se inician en la aventura del saber.
b)  En la segunda parte, en la que propiamente se desarrolla su doctrina, la diosa le muestra al filósofo, a manera de una revelación, el camino de la verdad, el cual consiste en que sólo podemos avanzar por la vía del ser y apartarnos, rotundamente, del no-ser. El no ser es imposible de ser pensado. Para Parménides es absurdo y contradictorio pensar que algo no es, porque pensar algo significa necesariamente pensar que es.
El no ser es impensable, pues en la medida en que lo pensamos ya es. Parménides parte de la premisa de que ser es igual a pensar.
De estas aseveraciones sobre el ser deriva una serie de consecuencias como las siguientes: el ser es único, pues sólo puede distinguirse de él el no ser (el cual no puede ser); el ser es inmutable o inmóvil ya que si cambia se vuelve no-ser; el ser es eterno pues de otra manera el no-ser existiría antes o después de él; el ser es indivisible, pues si lo dividiéramos, cada parte contendría porciones o trozos de no-ser.
Por todos sus atributos, agrega Parménides, el ser es una especie de esfera compacta y homogénea en la cual todo es ser; en la cual reina o impera el puro ser.
c)  La tercera parte del Poema de Parménides —dicho muy sucintamente— se refiere al camino de las opiniones y de las apariencias. Éste es el que siguen los mortales comunes, los ignorantes que viven en el mundo de la ilusión y de las meras conjeturas que se adquieren por los sentidos.
Los sentidos y la opinión nos muestran que las cosas de la naturaleza nacen y mueren, que son y no son; pero la vía de la verdad, la única que debe seguir el filósofo, y que está basada en el pensamiento nos lleva, por lo contrario, a concebir una realidad llena, completa, inmóvil y eterna.
Cabe señalar que un discípulo de Parménides, llamado Zenón de Elea ideó un ingenioso argumento para demostrar que el ser es inmóvil y que se conoce como la aporía de Aquiles y la tortuga:
En una carrera entre Aquiles, el corredor más veloz de Grecia y una tortuga, símbolo de lentitud, Aquiles concede a la tortuga una ventaja proporcional a su lentitud. Sin embargo, Aquiles pronto descubre que nunca logrará alcanzar al quelonio, pues:
            Si Aquiles ha de llegar desde A hasta la línea de meta B, primero debe alcanzar el punto C, la línea de la salida de la tortuga; pero para entonces la tortuga habrá avanzado hasta D, y cuando Aquiles llegue ahí, verá con frustración que la tortuga ha avanzado hasta E, y así sucesivamente.



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