martes, 29 de marzo de 2016

2.9 LAS POSTURAS ANTROPOLÓGICAS SOFISTAS DE PROTÁGORAS, GORGIAS Y CALIÓLES


En el periodo antropológico de la filosofía griega, que transcurre en el siglo v a. C. surge, además de la filosofía de Sócrates, una corriente de pensamiento conocido como la sofistica. Se trata de una época de esplendor: es el siglo de oro de Perícles, del Iluminismo griego en el que se desarrolla la democracia como forma de gobierno y de vida social. Florecen las artes, la escultura, la arquitectura, la tragedia y la poesía.
La actividad científica experimenta profundas mudanzas. "La medicina y otras actividades que habían sido un mero arte, van acogiendo poco a poco teorías y doctrinas, intensificándose así las naturales relaciones entre ciencia y técnica".
Como vimos, este período de la filosofía griega se conoce como antropológico porque en él prevalece, como objeto de reflexión, el tema del hombre. "El tópico central de la época sofista siempre fue el mismo: el hombre o el ser humano individual y la raza humana"
"Todo en el siglo v conduce a interesarse principalmente por el hombre. La escultura clásica idealiza la figura humana en una sabia mezcla de medida, idea e imitación de los seres naturales; la medicina y la fisiología del cuerpo humano y, con sentido humanista, quiere prevenir más bien que curar las enfermedades. En ninguna obra es tan clara la importancia que se da al hombre como en las tragedias de Sófocles y de Eurípides. En la Antígona de Sófocles, aparece radiante en su dignidad, la figura humana:        
·         Numerosas son las maravillas del mundo, pero la más grande de las maravillas es el hombre...      
·         Es el ser de los mil recursos.
·         Jamás el porvenir lo toma por sorpresa.
·         Conoce el arte de escapar a los males incurables.
·         Sólo el país de los muertos puede detener su carrera.
En la sofística —como su nombre lo indica— son los llamados "sofistas" los que desempeñan un papel importante. En esa agitada época de la democracia ateniense se imponía que los ciudadanos adquirieran la habilidad de argumentar, de hacer valer sus votos y derechos. Los sofistas fueron los maestros que proporcionaban esta habilidad, que enseñaban la técnica de hablar y convencer a los auditorios más variados.
Originalmente la palabra sofista, del griego shopós, significó "sabio". Esta expresión era usada para referirse a cualquiera que poseyera un conocimiento excepcional. Hacia fines del siglo v a. C. fue aplicada no sólo a los profesores de retórica, sino a cosmólogos, astrónomos, matemáticos, etc. Sin embargo, más tarde adquirió un sentido peyorativo. Platón y Aristóteles, principales oponentes y críticos de los sofistas se refirieron a éstos como pensadores espurios, que aparentan tener una habilidad filosófica. Así la imagen de los sofistas se tornó en negativa, aludía a falsarios de la verdad, a charlatanes que cobraban altos honorarios por sus enseñanzas, mismas que encerraban un "saber aparente". Y es que, como veremos, los sofistas desarrollaron un pensamiento escéptico y relativista que impedía alcanzar una verdad universal y objetiva.
Por otra parte, los sofistas eran profesores que recoman las grandes ciudades del mundo antiguo, enseñando a los jóvenes, a cambio de elevadas retribuciones económicas, las ciencias y las artes, particularmente la retórica y la dialéctica o arte de discutir. Entre sus características más sobresalientes figuran el escepticismo y relativismo que mostraban sus doctrinas, su orientación humanista o antropológica ya que en su época "hubo un prevaleciente espíritu de optimismo acerca de la raza humana y su capacidad para la sabiduría".
A esto habría que añadir el carácter pragmático que permeaba su pensamiento, toda vez que concebían al saber humano como un arte, como una habilidad que permitía influir, de alguna manera, en la sociedad. Así "la educación ofrecida por los sofistas más viejos fue, por lo tanto, estrictamente como la educación clásica tradicional de las escuelas públicas inglesas. Ambas fueron concebidas como un entrenamiento para la vida, no para la ciencia o la erudición; ambas incorporaron una pretensión humanística y antidogmática; ambas fueron dirigidas principalmente a hombres jóvenes, que probablemente llegarían a ocupar posiciones de influencia en la vida pública".
Muchos son los sofistas que actuaron y pensaron en el mundo antiguo; nos referiremos a manera de ejemplos, a tres grandes figuras representativas de la sofística: Protágoras, Gorgias y Calicles.
Protágoras de Addera. Fue el más destacado de los sofistas. Nació hacia 480 en la ciudad de Addera. No fue un pensador sistemático y tuvo una teoría fragmentaria del conocimiento. Su teoría principal y más conocida es el relativismo y subjetivismo que entraña su pensamiento. En su tratado sobre La Verdad llega a sostener que:
"El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son".
De este aforismo se desprende una teoría del conocimiento relativista que nos remite al pensamiento de Heráclito: todo está en movimiento, todo cambia, es imposible captar una verdad fija sobre las cosas. No existe una verdad absoluta ya que ésta cambia, cambia el mundo y nosotros también. "Protágoras piensa que el mundo está hecho a la medida de quien lo contempla y quien contempla al mundo al mismo tiempo lo está inventando" (subjetivismo).
Si el hombre es la medida de todas las cosas, ello significa que hay tantas verdades u opiniones como sujetos hay en el mundo. No hay, pues una verdad universal como pretende la ciencia sino tan solo una multiplicidad de "verdades" de acuerdo con lo que perciben los individuos. En efecto, la percepción, el conocimiento que emana de la sensación es el que, al final de cuentas, privilegia el sofista Protágoras. Este concepto relativista de la verdad concuerda con el refrán que dice: "nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira".
El conocimiento, para Protágoras, deriva de la sensación y como las sensaciones, en cada individuo, son distintas, cada quien elaborará su verdad, su manera de ver las cosas, de manera diferente. Así Juan, por ejemplo, disfruta una rebanada de pina por su sabor agradable y fresco, mientras que María la rechaza porque la encuentra "acida" y molesta su paladar.       
A pesar de este relativismo que ostenta el pensamiento de Protágoras, se advierte en él un optimismo humanístico al concederle al hombre un sitio tan importante como medida o centro del conocimiento (antropocentrismo).
Cabe señalar que la teoría relativista de Protágoras encontró en Demócrito un crítico agudo pues decía: "si la tesis de Protágoras es que todas las proposiciones son sólo relativamente verdaderas o falsas, entonces la tesis debe ser aplicada a sí misma, y por lo tanto, hay una contradicción en suponer que verdadera.
Además del Tratado de la Verdad donde pudimos observar los principales rasgos del pensamiento de Protágoras relativismo, subjetivismo, escepticismo, el notable sofista escribió un ensayo "sobre los dioses" donde se hace patente su postura escéptica:
"Concerniente a los dioses —nos dice yo no tengo medios de saber ni si ellos existen o si no existen, ni qué clase de forma pueden tener; hay muchas razones por las cuales el conocimiento sobre este asunto no es posible, debido a la ausencia de evidencia y a la brevedad de la vida humana."
Sin duda esta postura escéptica y atea le acarreó a Protágoras serios problemas en su tiempo, ya que "ganó la distinción de haber sido el primer hombre cuyos escritos fueron quemados por la autoridad pública". "Sus escritos expresaron, memorablemente y con estilo, un espíritu de irreverente relajamiento ante cualquier clase de saber recibido".
Gorgias de Leontine (483-375 a. C). Nació en Leontine, Siracusa. Fue maestro de retórica y ejerció la diplomacia. Su pensamiento revela una marcada influencia de Parménides en lo que toca a su dialéctica, a su manera de argumentar y persuadir. En su tratado del no-ser pone las bases de una doctrina nihilista a través del siguiente argumento:
• El ser no existe.         
• En caso de que existiera no podría conocerse.
• Admitiendo que se conociera, no sería posible comunicarlo.
Cuando Gorgias dice que "el ser no existe" está pensando en el ser absoluto e inmutable que concibió Parménides, el cual es inaccesible. Si solamente existe el ser que nos entregan las sensaciones, éstas son engañosas, no son auténticamente reales pues "muchas cosas pensadas no son realidades: podemos concebir una carroza corriendo en el mar, o un hombre dotado de alas y volando". De este modo no podemos confiar en las sensaciones, por lo tanto no es posible tener un conocimiento genuino de éstas.
Pero suponiendo que la sensación misma podría proporcionarnos alguno conocimiento, este conocimiento no podríamos  transmitirlo por la naturaleza engañosa, inconexa y subjetiva que caracteriza a las sensaciones. Debemos tener en cuenta que "no es el lenguaje el que comunica cosas perceptibles, sino las cosas perceptibles las que crean el lenguaje".        
Gorgias acaba por concebir la imagen de un ser humano encerrado en su conciencia, en lo que los filósofos llaman un "solipsismo", un ser incomunicado y atrapado en sus propias percepciones y vivencias.
Desembocando en el escepticismo, que hemos visto es típico de los sofistas, Gorgias considera que no hay conocimientos universalmente válidos. Mediante hábiles discursos podemos persuadir a las gentes de que algo es falso o verdadero según nos convenga.
Un ejemplo de discurso, en este sentido, es el que Gorgias escribe con el título de Elogio o Encomio a Helena donde trata de demostrar que el lenguaje, utilizado con maestría, posee un poder mágico a la manera de una droga o un arte de encantamiento. En este discurso Gorgias analiza el caso de la infidelidad de Helena hecho que desencadenó la famosa Guerra de Troya.          
Imaginando que desarrolla una arenga defensiva, el célebre sofista trata de demostrar que Helena no es culpable de haber incurrido en la infidelidad, argumentando que fue raptada contra su voluntad pero no utilizando la violencia sino a través del poder de las palabras expresadas por su seductor. El lenguaje, hábilmente manejado, produce diversas reacciones en los oyentes: llanto, alegría, culpabilidad, vergüenza, atracción, etc. Por lo tanto, la lengua puede ser utilizada para manipular la mente y seducir a las personas, tal como le sucedió a Helena de Troya al doblegarse ante el hechizo de las palabras.
CALICLES. Es un sofista legendario, se duda de que haya existido. Con todo, es un personaje que aparece en uno de los más interesantes diálogos de Platón: Gorgias o de la retórica donde se discute el tema de la justicia. En este diálogo Platón nos presenta las teorías sociales y políticas que sustentaban los sofistas a través de la controvertida figura de Calicles. Estas teorías que forman una unidad son las siguientes:
a)  Teoría de las dos órdenes. Consiste en sostener que al lado del derecho escrito que se traduce en leyes y principios creados por las instituciones sociales, hay otro orden derivado de la naturaleza que no es creado por el hombre y que, por lo tanto, se opone al orden social.
b)  Teoría del derecho del más fuerte. Según esta teoría, defendida también por Calicles, el orden legal, mera invención de los seres humanos, es un orden ficticio. En cambio el orden natural que revela la hermosa plenitud de la vida representa lo genuino y verdadero. En este orden auténtico, que no es adulterado ni artificial, se observa que los fuertes dominan y se imponen siempre a los débiles. Al tratar de definir la justicia Calicles argumenta que si la realidad ha creado diferencias entre los individuos, haciendo a unos superiores e inferiores a otros, la verdadera justicia consistirá en sancionar la imposición del fuerte sobre el débil, y no tratarlos de la misma manera. El fuerte puede dominar —por derecho natural— al débil y por lo tanto hay que admitir que tiene el derecho de dominarlo. Lo que pasa entre los hombres, ocurre también entre los animales: el pez grande se come al chico, y al comérselo cumple con una ley natural. De la misma manera, cuando los pueblos poderosos conquistan a los más pequeños no están más que obedeciendo a los designios de la naturaleza.

LAS DIVERSAS CORRIENTES HELENÍSTICAS COMO REFERENCIA PARA COMPRENDER LAS IDEOLOGÍAS ACTUALES
Después de la muerte de Aristóteles ocurrida en 322 a. C. surge una nueva época para la filosofía antigua, la cual ha sido vista como un periodo de crisis o de decadencia. Este periodo es el helenismo o de la filosofía helenística. La Polis griega llega prácticamente a su ocaso. "Grecia, denominada por Macedonia, irá de crisis en crisis hasta que en el año de 148 a. C. Macedonia se vuelva provincia romana el resto de Grecia se anexe a esta provincia".
En el aspecto político destacan las conquistas de Alejandro Magno, que pusieron al pensamiento griego en contacto con el mundo oriental dando lugar a una síntesis cultural, y el auge y consolidación del imperio romano. Sin embargo, el espíritu griego funge como elemento civilizador y se extiende considerablemente. Los términos helenismo y helenístico son derivados del verbo hellenízein que significa "hablar griego" o "actuar como griego".
A través de su lengua los griegos dominan el panorama cultural de la época transmitiendo su arte, su religión, su literatura y su filosofía que conlleva un atractivo modo de comprender el mundo. Al expandirse la cultura hacia diversas ciudades como Alejandría, Pérgamo, Cirene, Siracusa, etc. surge un cosmopolitismo: el hombre se siente ciudadano del mundo y no de una polis en particular. Y junto a este cosmopolitismo se desarrolla un individualismo. Los hombres ya no se sentían subordinados a la Polis. La ciudad había perdido su carácter autosuficiente.
"Los ciudadanos advertían que ya no estaban en sus manos el destino de la polis ni su libertad, sino que quedaban al arbitrio de un poder superior, el del Caudillo en turno o el del Monarca, y, acaso, por encima de ambos, de un poder superior, azaroso y fortuito que se representaron en la figura de la tyche o fortuna, una divinidad imprevisible que sustituía a los antiguos dioses patrones de la localidad.
Dentro de este panorama crítico la filosofía se convierte en un camino de salvación. Ya no interesa tanto especular sobre la naturaleza del mundo sino postular una forma de vida que asegure la felicidad y la serenidad de ánimo.
Aparejada a esa idea de filosofía figura una nueva imagen del sabio, el cual se manifiesta no ya como el incansable investigador de la verdad, sino como aquel que propone una mejor forma de vida que lo conduzca a la virtud y a la propia felicidad.

Enseguida veremos cuáles son las filosofías que en esta época de profundos cambios sociales y políticos se proponen tales metas concibiendo, según su manera de pensar, un ideal de sabiduría y de hombre sabio.


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